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Réplica a Alberto Carrasquilla

  • Foto del escritor: Mauricio Uribe López
    Mauricio Uribe López
  • 29 dic 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 10 ene 2022

En un artículo publicado en el portal Razón Pública, Alberto Carrasquilla señala que un acuerdo entre el gobierno y la guerrilla sería inocuo desde el punto de vista de los beneficios y costoso desde la perspectiva de la energía empleada en sacar adelante las negociaciones. Esa energía tendría -según él- mejores rendimientos si se empleara en sacar adelante reformas económicas. Sus argumentos parecen contundentes pero son erróneos. En primer lugar, Carrasquilla afirma que un acuerdo de paz no tendría efectos sobre la seguridad porque no es claro que “el sufrimiento de parte significativa de la población colombiana que ha sido víctima del asedio y la violencia criminales” esté relacionado con el conflicto armado. Añade que ni siquiera hay una explicación plausible de lo que significa éste, sus causas y las razones de su persistencia. Es cierto que una porción significativa de la violencia cotidiana no tiene relación directa con el conflicto armado. Pero la visión de Carrasquilla deja por fuera las 122 mil personas que apenas hace dos años resultaron afectadas por algún hecho victimizante relacionado con el conflicto. La cotidianidad que cuenta para Carrasquilla es la del habitante promedio de las grandes ciudades y no la de los habitantes del mundo rural que incluye a los pequeños cascos urbanos de cientos de municipios en el país. Esa es precisamente la mirada que ha contribuido a la prolongación de la guerra. La mirada que desde el centro percibe la guerra como ajena, periférica, como una “matazón lejana de campesinos” para citar El Conflicto, Callejón con Salida, uno de los ya abundantes y serios estudios dedicados a explicar la guerra colombiana y que Carrasquilla simplemente ignora porque se limitó estrictamente a la lectura de los ensayos de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. No toma en cuenta Carrasquilla que la guerrilla ha aumentado la inseguridad de los miembros de organizaciones sociales quienes, por cuestionar el statu quo y esgrimir reivindicaciones populares, son o etiquetados como guerrilleros de civil o suplantados por las guerrillas mismas que buscan penetrar y capitalizar a su favor los conflictos sociales, colonizándolos y desvirtuándolos. Es cierto que tras la firma de acuerdos de paz la violencia tiende a aumentar como ocurrió en Centroamérica. No es menos cierto que eso es un remanente del conflicto tanto en lo institucional (deterioro de la capacidad del Estado para brindar justicia y seguridad) como en lo social (aprendizaje social de la violencia). Un estudio llevado a cabo por el ICFES en mil colegios de 308 municipios halló una correlación positiva entre presencia del conflicto armado y violencia escolar. Como lo señalan las investigaciones del profesor Enrique Chaux, quienes estudian en municipios que registran mayor frecuencia de enfrentamientos armados tienden a exhibir, en promedio, conductas más agresivas que quienes estudian en municipios en los que tales enfrentamientos no suelen ocurrir. La prolongación indefinida de la guerra hará cada vez más difícil revertir esos efectos. En segundo lugar, Carrasquilla no ve ventajas políticas asociadas a la terminación de la “franquicia” Farc. Su argumento es que la existencia de las Farc no nos hace un Estado paria, marginado de la comunidad internacional. Lo cierto es que mientras haya competidores armados del Estado no podemos aspirar a convertirnos seriamente en lo que los filósofos políticos llaman una sociedad bien ordenada. En la medida en que persista esa escisión de nuestra comunidad política persisten también los incentivos para instrumentalizarla. En tercer lugar, Carrasquilla no encuentra ventajas económicas derivadas de un acuerdo. Es cierto que los defensores del proceso de paz se han equivocado mucho al sobreestimar sus efectos positivos en lo económico. Pero también es cierto que habrá espacio político para discutir en las regiones las estrategias de desarrollo que más convienen sin que la espada de Damocles de la guerra penda sobre las cabezas de los actores sociales. Carrasquilla no presta atención a las dinámicas micro y meso sociales e ignora los costos de transacción en las regiones. Los dramas de la periferia no ponen en riesgo la buena salud de los indicadores macroeconómicos. En el discurso de Carrasquilla se hace evidente una de las razones de la prolongación de la guerra.

Fecha de publicación: Sábado, Noviembre 7, 2015

Publicada en LA PATRIA de Manizales


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