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Saboteadores e imaginación

  • Foto del escritor: Mauricio Uribe López
    Mauricio Uribe López
  • 29 dic 2021
  • 3 Min. de lectura

En la literatura académica anglosajona sobre conflictos armados y construcción de paz se usa una palabra para calificar a quienes buscan por todos los medios impedir que se firmen o implementen acuerdos para la terminación de conflictos armados: “spoilers”. El verbo “spoil” puede traducirse como malograr, arruinar o echar a perder. Un “spoiler” en la terminología de los estudios de paz y conflictos armados viene siendo entonces, en castellano, un saboteador de procesos y acuerdos de paz. No todo el que se opone a un acuerdo de paz es un saboteador ni todo el que lo apoya se libra de serlo. Oponerse a un acuerdo no necesariamente implica sabotearlo. Vale la pena tener en cuenta esa diferencia porque el sabotaje conlleva prácticas de obstrucción y no de deliberación. Esa obstrucción suele llevarse a cabo mediante el uso de una retórica engañosa o incluso, a través del ejercicio soterrado pero sangriento de la violencia. Los saboteadores no necesariamente constituyen un grupo homogéneo ni en sus estrategias ni en sus motivaciones. Eso es muy claro en el caso del proceso con las Farc: unos disparan, asesinando líderes sociales; otros, apelan sistemáticamente a la mentira y a la desinformación acerca de los contenidos de los acuerdos, haciendo enojar a la gente para llevarla a las urnas guiada por el odio y no por la razón. También hay quienes ganan plata con el conflicto armado y quienes prefieren el statu quo de un país en guerra permanente con una guerrilla impopular, porque con ella obtienen réditos políticos al ofrecer, en forma reiterada, discursos de mano dura avalados con la presentación efectista de resultados. Para colmo, no faltan los partidarios de los acuerdos que los sabotean al sobredimensionar -también de manera efectista- sus efectos positivos y dinamitan con insultos y retórica incendiaria, el diálogo con los opositores. Reitero, no todo el que se opone a un acuerdo de paz es un saboteador. Hay quienes, en el caso del proceso de negociación con esta longeva guerrilla de las Farc, han hecho críticas severas y las han planteado sin trampas, tergiversaciones o agresiones. Esto incluye, por ejemplo, a los que guiados no por sus intereses sino por su monismo valorativo (la justicia retributiva como valor absoluto y exclusivo), han manifestado su escepticismo frente a la fórmula de justicia transicional alcanzada en el acuerdo. En ese caso, se ha dado una rica deliberación entre éstos y quienes defienden una visión normativa pluralista en la que las consideraciones sobre la justicia deben ser sopesadas con aquellas sobre la viabilidad de la convivencia pacífica. Es cierto que en este difícil proceso de transición hacia la paz hay incertidumbre. No solo porque todo cambio social es en buena medida contingente e incierto sino porque nuestra larga guerra ha sido compleja, con múltiples actores y procesos violentos que a veces se articulan y a veces no. Pero podemos usar lo que John Paul Lederach denomina nuestra imaginación moral para lidiar con esa incertidumbre y asumir el riesgo de transformar una realidad conocida de violencia, en un futuro desconocido de convivencia. Debemos estar dispuestos a asumir ese riesgo. Hay algo en lo que coinciden tanto los diferentes tipos de saboteadores como muchos defensores y opositores a un acuerdo de paz que es razonable: su déficit de imaginación moral. De hecho, se trata de una capacidad que todas las personas, especialmente los ciudadanos de un país con una larga historia de violencia y conflicto armado como el nuestro, debemos ejercitar. Para ello -afirma Lederach- es necesario, además de ser conscientes de la red de relaciones en la que vivimos, abrazar la complejidad y rechazar divisiones duales entre buenos y malos o entre “nosotros” y “ellos”. Quienes sabotean los procesos de paz suelen explotar a su favor esas distinciones duales. La construcción de paz es un proceso de innovación y cambio. Por eso, los saboteadores son aquellos que están atrapados en su propio temor al cambio y a lo desconocido. El acuerdo no crea automáticamente la paz. Sin embargo, puede ser un punto de inflexión para transformar nuestra realidad conocida de violencia en un futuro imaginado de convivencia. En esta difícil transición necesitamos menos sabotaje y más imaginación.

Publicada en LA PATRIA de Manizales.

Fecha de publicación: Viernes, Junio 30, 2017

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