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Sociedad indecente

  • Foto del escritor: Mauricio Uribe López
    Mauricio Uribe López
  • 29 dic 2021
  • 3 Min. de lectura

Para algunos puede parecer extemporáneo traer a colación algo que ocurrió hace diez días. El frenesí de los acontecimientos hace que en Colombia, una semana, se parezca al largo plazo. Comentamos los dramas cotidianos y en ocasiones nos conmovemos. Pero nuestra indignación y nuestras protestas suelen desvanecerse con la misma velocidad con la que un nuevo drama reemplaza al anterior. Sin embargo, el caso de la señora Rubiela Chivará amerita una reflexión menos efímera. El grotesco escándalo protagonizado por el Defensor del Pueblo esta semana nos hace olvidar que el diecinueve de enero pasado, los medios informaron ampliamente sobre un enorme trancón en el norte de Bogotá. Que un trancón en Bogotá sea noticia significa que fue mucho peor de lo normal. La razón: el cuerpo sin vida de la señora Rubiela Chivará yacía en las inmediaciones del puente peatonal que conduce a la estación de Transmilenio de la Pepe Sierra. Doña Rubiela, con su corazón enfermo, se desplomó cuando se dirigía a la EPS para que se le explicara el motivo de los sucesivos aplazamientos de una operación urgente para la cual, ya contaba con la autorización correspondiente. El caso de la señora Chivará es uno de los innumerables y anónimos ejemplos de las fallas de un sistema de salud que afilia pero no presta el servicio oportunamente. En ese sentido, y a pesar del inmenso sufrimiento, no se trata de una situación atípica en nuestro país. Lo que hace de este caso algo especial es la convergencia, en el mismo, de varias circunstancias que brindan de forma brutal y elocuente una clara imagen de cuán indecente es esta sociedad. De acuerdo con el filósofo israelí Avishai Margalit, severo crítico de su propia comunidad política, una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a la gente. El profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén distingue entre una sociedad civilizada y una sociedad decente. La primera corresponde a un concepto micro-ético en tanto que se refiere a las relaciones entre los ciudadanos. En una sociedad civilizada los ciudadanos no se humillan unos a otros. Entre tanto, el concepto de sociedad decente tiene que ver con la forma como el gobierno, las agencias del Estado, los poderes públicos y las autoridades, tratan a sus ciudadanos. Podríamos decir que un régimen totalitario como Corea del Norte es, sin discusión, un claro ejemplo de una sociedad indecente, aunque podría ser una sociedad civilizada. De todos modos, como lo admite el propio Margalit, aunque la distinción es clara en teoría, es difusa en la práctica. Los dos conceptos se adaptan bien a la realidad de nuestro país y a la de muchos otros. De hecho, una sociedad decente y civilizada es algo quizá tan utópico como lo puede ser una sociedad justa. Pero como en todo, hay grados. Y de lo que es un muy buen ejemplo el caso de la señora Rubiela es del altísimo grado de indecencia de nuestra sociedad. Ella no solo murió tras ser humillada por el sistema de salud sino que además, ya muerta, también fue humillada por el Estado. Murió a mediodía. Eran las seis de la tarde y la Fiscalía no había llegado. La faceta del Estado que sí se hizo presente fue la represiva. El escuadrón antidisturbios apareció para añadir humillación al dolor de los familiares por la pérdida de un ser querido. La situación ilustra en un nivel micro la cadena causal que en un nivel macro ha configurado nuestro drama histórico: El Estado incumple sus obligaciones con los ciudadanos y no garantiza sus derechos, los ciudadanos protestan y el Estado les muestra su cara represiva. Lo que empieza como una falla en la garantía de algunos derechos termina como un acto deliberado de irrespeto a un conjunto más amplio de derechos. El alcalde dijo que no toleraría que las vías de la ciudad fueran bloqueadas. Está bien. Pero hubiera sido mejor que fuera tajante para afirmar que no toleraría que las autoridades humillaran a los ciudadanos. Si así proceden las agencias del Estado en el norte de Bogotá, ¿Qué pueden esperar los habitantes de las zonas apartadas? La rabia que resulta de la humillación nutre la violencia cotidiana.

Publicada en LA PATRIA de Manizales

Fecha de publicación: Viernes, Enero 29, 2016

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